Por Gerardo Herrera.
Si el Partido Acción Nacional aspira a mantenerse como una fuerza política relevante y rescatar de las ruinas a su base militante, que es su único pilar de apoyo en estos tiempos, debe actuar con prontitud en dos direcciones fundamentales:
Primero, antes de la renovación de la dirigencia estatal en diciembre, deben hacer un ejercicio de autocrítica profunda. Es crucial reconocer las culpas y los errores cometidos en la última campaña electoral, la cual los relegó a ser la cuarta o quinta fuerza política, apenas por encima del PRI. Segundo, deben abrir de manera innegociable la votación a sus 22 mil militantes, dándoles por primera vez un verdadero lugar en las decisiones del partido.
Es evidente que existen facciones internas que han favorecido abiertamente a candidatos perdedores, como Eduardo Rivera Pérez, a quien buscan posicionar. Augusta Díaz de Rivera, la actual dirigente estatal, no ha escatimado en organizar una «gira de agradecimiento» para él, exhibiéndolo en todos los municipios donde el PAN aún mantiene comités, dejando claro que lo consideran «el elegido».
¿Puede lograrlo? ¿Eduardo Rivera, el candidato que hizo una campaña sin convicción? No lo digo yo, lo dicen los propios panistas. El PAN está en una crisis que parece terminal, pero sus dirigentes parecen decididos a ignorar la gravedad de la situación. Quizá no quieren ver la realidad.
Para que el PAN recupere su papel como opción de alternancia política seria, debe renacer de las cenizas, como la mítica ave fénix, porque su militancia lo merece. Esa militancia que ha soportado con amargura apoyar a candidatos impuestos por el dedazo, el compadrazgo o simplemente porque ya «era su turno».
¿Quién se postula para liderar esta reconstrucción? Veamos:
Mario Riestra sigue visitando la militancia en municipios como Chignahuapan y Zacatlán, con la confianza que le otorga su cercanía a Marko Cortés.
Mónica Rodríguez Della Vecchia, recién asumida diputada local, cuenta con el apoyo del grupo morenovallista, que se resiste a desaparecer.
Genoveva Huerta, quien ya fue dirigente, pretende repetir en el cargo con el respaldo de más de 45 comités municipales, aunque dejó varios compromisos sin cumplir.
Rafael Micalco, también recién nombrado diputado plurinominal, ha sido dirigente en dos ocasiones, incluyendo en los tiempos de Rafael Moreno Valle, con quien tuvo una relación tensa por su intento de preservar la autonomía del partido, aunque esa independencia nunca se materializó.
Edmundo Tlatehui y su esposa Lupita traen el impulso de haber ganado la presidencia municipal de San Andrés Cholula, lo que les otorga legitimidad para levantar la mano en la contienda interna.
Lupita Leal es otra figura a considerar. Tras dejar la legislatura local, dejó un buen legado con sus iniciativas aprobadas. Además, ganó su distrito con 10 mil votos, cuando pocos creían posible una victoria. Su capacidad de conciliación es un activo valioso para la reconstrucción interna del PAN.
Otros nombres, como Ana Tere Aranda, Adán Domínguez, no han mostrado señales claras de intención.
El PAN necesita nuevos liderazgos y el Consejo Estatal debe abstenerse de imponer una dirigencia sin escuchar a su militancia. Ignorar a las bases será un error que les costará caro en su intento de reconstrucción. El futuro del partido depende de reconocer que, sin la participación activa y el respeto a sus militantes, el camino hacia la recuperación será cada vez más inalcanzable.
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