Columna Directo y Sin Escalas
Por Gerardo Herrera.
«Hubo un delincuente disfrazado de empresario que se acercó a uno de mis colaboradores, y le ofreció un trato, pero que no se entere el gobernador», reveló este martes Alejandro Armenta. Sus palabras no solo resonaron, sino que hirvieron.
En una rueda de prensa marcada por la contundencia y el fuego de la verdad, el gobernador electo de Puebla dejó claro que su administración no será cómplice de los negocios turbios que durante años han contaminado los gobiernos. Con esa frase desnudó una práctica que muchos conocen, pero pocos se atreven a confrontar: los pasillos del poder suelen estar atestados de traficantes de influencias, disfrazados de empresarios pulcros, perfumados de Ermenegildo Zegna y empacados en trajes de Dior.
Estos personajes, amparados en testaferros y prestanombres, pretenden seguir saciando su voraz ambición, pero en esta nueva etapa de gobierno se toparán con un muro de integridad. Como lo señaló Armenta, los días de la simulación y el abuso de confianza están contados.
La Cuarta Transformación y el humanismo mexicano
Este episodio no es un simple desaire a los lobistas del pasado; es un acto de coherencia con el ideal del humanismo mexicano que promueve la Cuarta Transformación. Como ha dicho Andrés Manuel López Obrador: «No puede haber gobierno rico con pueblo pobre». La política, bajo esta nueva ética, no es una herramienta para el enriquecimiento personal, sino una vocación de servicio.
Armenta sabe que su oportunidad es única e irrepetible. Y como el presidente López Obrador, tiene claro que gobernar no es pactar con los poderes fácticos, sino consagrarse al bienestar del pueblo. «El poder no cambia a las personas, solo las revela», decía Pepe Mujica, el expresidente uruguayo que hizo del gobierno un ejercicio de humildad y servicio.
Traidores de confianza y su hora final
«Compadre de alguien», «amigo del jefe», «operador político». Esos títulos de dudosa honorabilidad que durante décadas han servido de salvoconducto para el abuso de confianza están siendo cuestionados. El gobernador electo lo dejó claro: quienes no estén dispuestos a consagrarse al gobierno y al pueblo, «saldrán por la misma puerta que se les abrió».
Este es un mensaje para quienes, aprovechándose de las relaciones personales, traicionan la confianza y las expectativas del servicio público. Como mencionó alguna vez el filósofo político John Rawls: “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento”. Sin justicia, cualquier proyecto de transformación se convierte en una caricatura de sí mismo.
Un nuevo gobierno, un nuevo paradigma
Armenta no solo se enfrenta a los retos de gobernar un estado complejo, sino también a la obligación de demostrar que el suyo no será un gobierno heredero de los vicios del PRI, ese que por años controló los hilos del poder con su característica maquinaria de corrupción y privilegios.
Para ello, no bastará con palabras. Como escribió José Martí: «Hacer es la mejor manera de decir». Con acciones contundentes, deberá mostrar que su gobierno estará a la altura de las expectativas que ha generado y de los principios de la Cuarta Transformación: honestidad, justicia y democracia.
Este episodio marca un inicio prometedor. El fuego con el que Alejandro Armenta ha hablado de los valores de su gobierno es una señal de que no tolerará a quienes buscan servirse del poder. Es un recordatorio de que el humanismo mexicano, como idea y práctica, no admite impostores ni simuladores.
En Puebla, como en México, los ojos están puestos en los gobernantes, pero también en quienes se acercan a ellos. Este nuevo capítulo demanda integridad, valentía y compromiso. Que nadie olvide que «la confianza traicionada no tiene segunda oportunidad».
@Gerardo_Herrer
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