A tres meses de haber asumido el cargo, Rosa Yolanda Villavicencio (63 años), cuarta canciller del gobierno de Gustavo Petro, enfrenta una de las mayores tensiones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos, su principal aliado comercial y militar.
El conflicto surgió luego de que Donald Trump acusara al presidente Petro de ser “un líder del narcotráfico que fomenta la producción masiva de drogas”, sin aportar pruebas. Además, el exmandatario anunció el fin de los subsidios a Colombia y amenazó con imponer aranceles a sus exportaciones. Ante esto, Petro respondió con firmeza: “El problema es con Trump, no con los Estados Unidos”.
Para contener la crisis, el Gobierno colombiano llamó a consultas al embajador Daniel García-Peña y sostuvo un encuentro con el encargado de negocios de EE. UU., John McNamara. Villavicencio explicó que ambos países mantienen la voluntad política de reducir tensiones, aunque reconoció que la relación “pasa por un momento tenso” debido a la presencia militar estadounidense en el Caribe y las declaraciones del magnate.
Sobre la posibilidad de una intervención, Villavicencio afirmó: “Sí lo tomamos como una amenaza, pero también sabemos que Trump tiende a hacer afirmaciones maximalistas. Con argumentos y datos podemos demostrar que Colombia ha avanzado en la reducción del crecimiento de cultivos ilícitos”. La canciller destacó los programas de sustitución de cultivos y la corrección reciente de la ONU, que admitió un error en sus mediciones sobre la producción de cocaína.
Mientras tanto, el embajador García-Peña permanecerá en Bogotá durante la semana para analizar estrategias y evitar los aranceles, que —según Villavicencio— perjudicarían a ambas naciones. “Afectarían a nuestros productores de café y flores, pero también al mercado estadounidense que depende de ellos”, señaló.
La ministra se mostró confiada en que Colombia logrará evitar una guerra comercial: “Siempre apostaremos por el diálogo diplomático. Es la vía más sensata para resolver las diferencias”.
Finalmente, Villavicencio aclaró que su renuncia a la visa estadounidense, hecha en solidaridad con Petro, no limita su labor diplomática: “No tenerla no significa que no pueda viajar. El Acuerdo de Sede obliga a Estados Unidos a permitir la entrada de representantes para actividades oficiales. De hecho, mañana viajo a Nueva York”, concluyó.