La vi llegar del brazo de un hombre.
Desde las seis de la tarde, el Gran Fiesta Americana, hotel sede del «día D» para el gobernador electo, ya estaba repleto de allegados, incondicionales y la acostumbrada fauna política. Todos querían estrechar la mano del candidato que, a esas horas, había sido declarado ganador según las encuestas de salida.
No sé si era su estilo o la prisa del momento, pero daba la impresión de que apenas se había levantado, se ajustó la falda apresuradamente y salió corriendo de casa.
Lo único que le importaba era verlo en persona. Decirle que siempre había estado de su lado, que su apoyo desde las trincheras gubernamentales era auténtico, y que jamás, bajo ninguna circunstancia, habría respaldado a Huerta, a Salomón y mucho menos a Nacho Mier. “Nunca de los nuncas”, y que eso no volvería a suceder.
Las horas pasaban, al igual que los periodistas privilegiados que entrevistaban al virtual ganador en el segundo piso del lujoso hotel. Pero a ella le habían dado la instrucción de esperar.
Enviaba mensajes. Le pidió a un intermediario que entregara un papel doblado. En él, con letras impacientes, había escrito: “¡Felicidades, Alejandro! Sabes que siempre he estado contigo, hasta el final”.
A las diez de la noche, cuatro horas más tarde, llegó la llamada: “El candidato ya está en el Zócalo para la celebración. No podrás verlo”.
Con el rostro descompuesto, buscó su bolso y el brazo con el que había llegado, dispuesta a marcharse.
Sin embargo, quedar varada en el limbo transicional no le impidió continuar su autopromoción. A conocidos y desconocidos les envió mensajes: “Ya hablé con él. Me dijo que me espere, que me tomará en cuenta por mis capacidades. Nadie mejor que yo para ocupar ese puesto, por mi experiencia”, presumió sin inmutarse.
Verdad o mentira, el próximo jueves se sabrá.
Aún queda pendiente la lista de nominados, y faltan nombramientos por asignar.
Mientras tanto, el gobernador electo está en Alemania, acompañado del actual gobernador y del futuro alcalde de Puebla, adelantando el trabajo. Los rumores y chismes de la Angelópolis no le quitan el sueño. Con toda seguridad, no presta atención a recomendaciones, y menos a aquellas de carácter oportunista.
No crea que se trata de alguien en particular. Tristemente, es el caso de muchos, tanto hombres como mujeres. Es un fenómeno que, como un caldo a punto de ebullición, está produciendo un ruido inquietante, uno que nunca había escuchado, al menos no con este nivel de desesperación.
Tómenlo con calma. Hay un jugador extraordinario en el tablero. Hasta ahora, no ha cometido errores. Ha seleccionado perfiles para servidores públicos con pasión, lealtad y honestidad.
Ahora es el turno de que los elegidos escojan bien a sus colaboradores, porque ahí es donde pueden comenzar los problemas. Ya hay algunos que eligen escritorios, y otros más que están ofreciendo contratos.
Del plato a la boca, se cae la sopa.