No se escucharon los gritos de la senadora Lilly Téllez, con su acostumbrada diatriba catastrófica ni con sus continuos improperios hacia el Gobierno Federal de la Cuarta Transformación.
Tampoco se oyeron las balandronadas de “Alito” Moreno en el Senado de la República, quien ahora, además, no puede mandarse a hacer un corrido tras el lamentable hecho de haber agredido físicamente a un senador de la tercera edad.
Ni los reclamos pseudo-intelectuales del panista Ricardo Anaya —“Anayin Canayin”, para quienes conservamos memoria histórica— resonaron en el recinto.
Y mucho menos el joven Luis Donaldo Colosio Riojas se atrevió a lanzar crítica alguna, quizá por respeto… o por costumbre etílica, que en su caso parecen ir de la mano.
Nadie.
Absolutamente nadie se atrevió a cuestionar con dureza al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del Gobierno Federal, Omar García Harfuch, durante su reciente comparecencia ante el Senado de la República.
En ese recinto legislativo, García Harfuch brilló no sólo como el mejor integrante del gabinete de nuestra presidenta Claudia Sheinbaum, sino como su colaborador más leal y eficaz.
Lleva con orgullo el mote de “claudista” que sus adversarios políticos —curiosamente, algunos del mismo partido— intentan usar como descalificación.
Pero los resultados son contundentes:
• Reducción del 27% en los homicidios dolosos durante el último año.
• En 2018 se cometían 949 delitos; hoy, sólo 524, la cifra más baja en una década.
• 35,187 personas identificadas como generadoras de violencia han sido detenidas en todo el país.
• Se dio un golpe ejemplar al huachicol fiscal, incluso con la detención de miembros de la Marina Armada de México, demostrando que la ley se aplica sin distingo alguno.
• Más de 500 narcolaboratorios desmantelados y el aseguramiento de más de cuatro millones de dosis de fentanilo.
En la gestión de García Harfuch, los resultados se miden, no se inventan. No son discursos ni buenos deseos: son hechos, respaldados por trabajo, estrategia y disciplina.
Por eso, ningún integrante de la oposición —ya desdibujada y sin rumbo— pudo esgrimir argumento sólido alguno en su contra.
Así, un secretario de Estado logró lo impensable: obtener un consenso casi unánime sobre los avances en materia de seguridad pública del Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Tirios y troyanos.
Apóstatas y creyentes.
Conservadores y liberales.
Todos, sin excepción, fueron atraídos por la fuerza gravitacional de su solvencia técnica y política.
¿Qué viene para Omar García Harfuch?
Sólo el tiempo lo dirá.
Pero su futuro, sin duda, es prometedor.
Por ahora, sigue siendo el referente más sólido del gabinete presidencial, un ejemplo de trabajo denodado, lealtad institucional y compromiso con México.
Veremos y diremos.



