«Suelta la expectativa Andrea», me dijo en voz alta mi profesora, recientemente, mientras sostenía mi cabeza y cuello al momento de realizar un ejercicio de estiramiento.
No lo hice de la mejor manera, pero lo hice mejor después de escuchar eso. Claro que quería hacerlo bien, después de ver que mis compañeros y compañeras lo hacían excelente.
Sin embargo, me explicó que cada quien podía hacerlo a su manera, de cualquier manera sería correcto, no era una competencia, más bien un ejercicio.
Las expectativas son creencias, ilusiones o deseos generados por nosotros respecto a una serie de factores como nuestros valores, la educación y experiencias creer que la perfección es lo ideal, es un error.
Cuando esto ocurre pasamos a ser gobernados por lo que creemos tiene que ser y no por lo que podemos hacer o lo que queremos hacer; es precisamente ahí cuando nos olvidamos de vivir la experiencia, la realidad.
Desde este punto perdemos la independencia y el disfrute de la actividad, situación o momento, el ego, el egoísmo y la avaricia de querer ser el mejor se adueña de nosotros mismos.
Acto seguido, las expectativas nos vinculan de inmediato con la decepción o la frustración y, entonces, simplemente no ocurre. Y no habló precisamente de mi clase, más bien de una filosofía de vida.
Sí queremos que algo ocurra hay que hacer que ocurra, disfrutando el presente y concentrarnos en el ahora.
¿Nos leemos el siguiente lunes? @Andy_ Casco.