Por Gerardo Herrera.
La frase “¿A un amigo se le dispara en la cabeza para matarlo?” pronunciada por Ciro Gómez Leyva en su noticiero nocturno hace eco en los medios y en la sociedad mexicana. Un comentario que claramente alude a una presunta orden presidencial detrás del atentado que sufrió hace dos años. La insinuación es grave, pero más grave es la fragilidad del periodismo cuando este tipo de afirmaciones, sean veladas o directas, comienzan a moldear la opinión pública.
El periodismo en México vive una encrucijada. Entre las palabras de Gómez Leyva y la brutal sentencia de Sergio Sarmiento, quien admitió en televisión abierta que «los medios de comunicación muchas veces mentimos», queda un vacío ético que exige atención.
La relación entre los medios y el poder nunca ha sido sencilla, pero en los últimos tiempos, hemos visto cómo esa relación ha pasado de lo incómodo a lo descarado. Ciro, Loret de Mola y Brozo son ahora nombres asociados no solo al periodismo crítico, sino también a montajes que, aunque bien elaborados, terminan por ser desmantelados, como lo vimos recientemente en el caso del exgobernador Javier Corral.
El reciente escándalo que involucra a la Fiscalía de la Ciudad de México, con videos filtrados y documentos manipulados para engañar a la opinión pública, es solo una muestra más de cómo los medios pueden ser utilizados como herramientas políticas. La denuncia presentada por la fiscalía solo profundiza la crisis, y los nombres de los implicados, como Francisco Javier de la O Sarmiento, secretario particular del fiscal, apuntan a una colusión que sigue manchando la credibilidad de los medios.
La incomodidad de Grupo Imagen no es reciente. Es una empresa sostenida por los mismos dueños de Excelsior y Hospitales Ángeles, que se enfrentaron abiertamente con el gobierno de López Obrador durante la pandemia. ¿Por qué? Porque el gobierno se negó a permitir la venta de la vacuna contra el COVID-19 en farmacias, rompiendo así el esquema de negocio que tenían previsto.
Epigmenio Ibarra, uno de los críticos más acérrimos de Ciro, lo confrontó directamente, llamándolo «sinvergüenza» por intentar vincular al presidente con el atentado. Sin embargo, las respuestas de Gómez Leyva han sido tibias, limitándose a disculpas superficiales que dejan en el aire más preguntas que respuestas.
Después de ocho años al frente de su noticiero nocturno, Ciro Gómez Leyva ha decidido renunciar a Grupo Imagen. ¿Los motivos? Personales, según él. Se mudará a Estados Unidos y su último programa será el 17 de octubre, coincidiendo con el aniversario de la televisora, propiedad de Olegario Vázquez Aldir.
Para la empresa, el desafío es monumental: el sucesor de Gómez Leyva tendrá que enfrentarse a la enorme tarea de restaurar la credibilidad de la televisora, manchada por años de periodismo con intereses. Será necesario hacer un periodismo sin filias ni fobias, algo que suena sencillo, pero que en la práctica será un reto casi imposible.
El caso de Gómez Leyva no solo evidencia la fragilidad del periodismo mexicano, sino que también muestra la profunda conexión entre medios y poder político. Los montajes, las filtraciones y las manipulaciones son síntomas de un ecosistema mediático en crisis.
La pregunta que queda en el aire es: ¿podrán los medios sobrevivir a esta crisis de credibilidad? O, estamos viendo la caída progresiva de los noticieros de televisión, para dar paso al consumo de información en redes sociales?
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Gerardo Herrera | Director Editorial de Paralelo19 y de AG Medios Noticias, Comunicador y Crítico Político desde 2005, Laboró en Radio desde 1994, Autor de la Columna #DirectoySinEscalas, Fundador de la mesa de análisis Zona de Fuego, y Colaborador en NTR Puebla en W Radio y En Línea Debate 89.7 FM.
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