En mis más de cinco décadas de vida he tenido la oportunidad de conocer —y en ocasiones padecer— gobiernos estatales de muy distinta naturaleza. Algunos con un ánimo transformador, como el de Manuel Bartlett, y otros marcados por estilos de autoridad más duros, como el de Rafael Moreno Valle Rosas.
Son pocos los titulares del Poder Ejecutivo que pueden recorrer la entidad sin recibir reproches, señalamientos o exigencias ciudadanas. Sin embargo, debo reconocer que no había presenciado un arranque de administración tan dinámico y con resultados tan visibles como el que encabeza hoy nuestro Gobernador Alejandro Armenta.
Por primera vez en la historia reciente de Puebla, la obra pública rompe con las viejas prácticas de licitaciones cuestionadas. Gracias al programa estratégico “Riqueza Comunitaria”, los recursos llegan directamente a las comunidades, que deciden mediante comités ciudadanos cómo y en qué se aplican. Este cambio no solo democratiza la inversión, sino que fortalece el tejido social y la corresponsabilidad comunitaria.
En materia de salud los avances también han sido significativos: más de cien mil jornadas realizadas en lo que va del año han acercado servicios médicos y quirófanos móviles a regiones que históricamente habían permanecido marginadas de la atención especializada. Es un logro que habla de visión, pero sobre todo de sensibilidad social.
En cuanto a seguridad, si bien se trata de un reto permanente que requiere coordinación, estrategia y prudencia en su evaluación, es innegable que las instituciones han mostrado un esfuerzo sostenido por fortalecer las capacidades del Estado. Los resultados obtenidos en este periodo apuntan hacia una tendencia positiva que debe consolidarse con participación ciudadana y políticas públicas de largo alcance.
El combate a la corrupción también ocupa un lugar central en esta nueva etapa. La administración estatal ha marcado un precedente al revisar y corregir decisiones heredadas del pasado, como la renegociación de la deuda del Museo Internacional del Barroco, logro que permitió un ahorro histórico de ocho mil millones de pesos para el Estado. Estos recursos, reorientados a seguridad, educación y desarrollo social, representan un acto de responsabilidad financiera sin precedente en Puebla.
Alejandro Armenta ha iniciado una etapa que, sin exagerar, marca un antes y un después para la vida pública del estado. Los resultados son palpables, la agenda es ambiciosa y el compromiso con la ciudadanía es evidente.
Y lo más relevante: esto apenas comienza.
Todo indica que estamos frente a uno de los mejores gobiernos que ha tenido nuestra entidad.



